domingo, 27 de diciembre de 2009



¡Yukuikiman!

Por: Willian Gallegos Arévalo

La esquina de las calles Bartra Mera y Loreto, en Chazuta, es mudo testigo de alguien que parece esperar algo en ese aparente silencio de esta mañana dominguera, pero que en las noches se convierte en una sinfonía discordante y bullanguera por el croar de sapos y hualos que durarán hasta altas horas de la madrugada.

Hacia el norte de la esquina, rumbo al arroyo de Pacchilla de don Omer Ayachi, un imperturbable Humberto Gallegos sintoniza su nueva radio Philips para escuchar sus valsecitos de la guardia vieja. En esta mañana dominguera, “Voces y canciones del Perú”, en edición repetida por Radio Nacional, llenará de peruanidad los corazones henchidos de patriotismo de esos chazutinos playabuchis que creen en el valor de Patria.

Demóstenes Tuanama Tangoa, hace poquito venido del Ejército, licenciado valeroso y honesto, mueve nerviosamente en las manos ese llavero metálico, testimonio, junto con esa maleta de madera que guarda en su casa, de su paso por Pijuayal, lejana guarnición militar donde cada mañana hacía planes para esas misiones secretas.

Pero, ¿qué espera Demóstenes, tan nervioso que quiere disimular con ese porte castrense que aún conserva? Bueno, pues: ¡una buena hembra tenía que ser! Una hembra con el rostro cetrino, las tetas turgentes y duras como el caimito y unas piernas bien torneadas, con torsos sensuales y esa cabecita que lleva la umallina y tinaja con un vaivén sinuoso que despierta la lujuria.

Hace semanas que Demóstenes ha comenzado a picar a Virginia, casi adolescente, que ante los requiebros y piropos del galán, muestra una indiferencia calculada. El licenciado es realmente guapo y esta mañana está con la camisa de cuello almidonado y levantado para darse cierta prosa. Olson Tanchiva Cenepo, vecino del barrio, pendejo y buena gente, sabe lo que quiere el Demo y que en algún momento caerá en la llica y solo es asunto de esperar.


Han pasado semanas y semanas de esquineo y llegado es el momento para esa declaración que demora y esa respuesta que espera. Los días se hicieron largos con esas citas que no se dieron, con esos acompañamientos al Arahuillo, con esas esperas en el Maray y con esos diálogos entre tímidos y aventados. Cierta tarde, don Tulio Ayachi, mirando con suspicacia a la pareja no pudo evitar decir para sí mismo “Ahorita toma su agüita la paloma”. Y cierta tarde, venciendo temores y superando ansiedades, se produjo esa declaración de “quiero estar contigo” y la respuesta de un “yo también”.


Muchos días pasaron desde ese momento esperado, y con la confianza de la pronta entrega y el amor que se hará carne, Demóstenes tiene aún temor de pedir y exigir la prueba suprema pero se anima y pregunta “¿Cómo quieres que te tire, amorcito? Y ella contesta: “Tiraway canaucupi”.


Esa noche, Demóstenes y Teresa se dirigieron al Maray, a las orillas del río Huallaga y lo hacen en la canoa del Leoncio Apagueño. El ritmo enérgico y acompasado de la canoa moviéndose en el río es acompañando con los impertinentes cantos del firirín, del poroto tunchi y de un urcututo, en tonos lastimeros presagiando hordas de migrantes que vendrán a acabar con las aguas y destruir los bosques.

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