martes, 22 de marzo de 2011

Agua: La bebida Preferida

Cuentos y anécdotas de la Amazonía


Luis Salazar Orsi

I
Nuestros hermanos cashinahuas dicen que en la parte más alta del cielo se encuentra un inmenso lago lleno de agua. En el centro del lago hay un
huequito. Sobre el huequito se para en una de sus largas patas una garza blanca. El huequito se mantiene tapado y la garza se distrae cantando sus canciones de garza. Pero llega el momento en que la hermosa ave tiene hambre. Entonces extiende sus alas, levanta el vuelo y se dirige a las orillas donde empieza a pescar con su largo y afilado pico. Mientras tanto, el huequito ha quedado abierto y empieza a caer el agua: ¡Empieza a llover!

Llueve, llueve y llueve sobre la tierra. Después de llenar su buche, la garza nuevamente levanta el vuelo y se dirige al huequito, donde se vuelve a parar, descansa y continúa cantando sus canciones de garza…

Entonces se preguntan nuestros hermanos cashinahuas: Si la garza no tuviera hambre nunca, ¿qué pasaría?

Pues que todo se secaría en la tierra: los mares, los ríos y lagos, las quebradas. Todas las plantas, los animales y los seres humanos nos moriríamos de sed y todo se convertiría en un desierto deshabitado.

Pero, ¿qué pasaría si la garza, después de llenar su buche, se olvidara de regresar a pararse en el huequito?

Entonces seguiría lloviendo tanto y tanto que toda la tierra se inundaría y todos nos moriríamos ahogados.

Esto nos indica que todo en la naturaleza debe estar perfectamente equilibrado y nada —ni el agua— nos debe sobrar ni faltar demasiado, porque si no, se rompe el equilibrio y se destruye la vida.

II
En ciertos lugares de la selva, especialmente si son pueblos y caseríos pequeños, la gente bebe el agua que brota de los “chorros”, “sachachorros” o fuentes naturales. Y hay personas que viven de la venta del agua de estos chorros que suelen quedar en los extremos de la ciudad, un poco lejos.

Cierta vez, en la Rioja de antaño, una mujer, que vivía de la venta del agua del Chorro, amaneció con un poco de pereza. Pensó que ese día no valía la pena ir a traer el agua de esa lejura. Pero como de todas maneras ella tenía que seguir vendiendo ese día para poder comer, se dirigió a otra fuente, más cercana, que también tenía agua para beber, pero cuya agua decían los riojanos que no era tan sabrosa como la del famoso Chorro.

La mujer vendió el agua como todos los días, pero cuando los vecinos la bebieron, se dieron cuenta de inmediato de que esa agua procedía de otro lugar. Se lo reclamaron al día siguiente. La mujer tuvo que disculparse y cambiar el agua.

Esto nos indica que el agua, la bebida preferida de los pobladores de la Amazonía, es un elemento tan puro, de un sabor muy especial, que no puede adulterarse o cambiarse por ninguna otra.

III

¡Pero también en medio del agua puede surgir el amor y allí se renueva con especial empeño y sin cesar la vida! ¡Cómo no va a ser así, si todos sabemos que la vida de todos los seres de la Tierra empezó hace mucho tiempo precisamente en el agua!

Pues ahora me toca contar y cantar un tema de amor que se llevó a cabo en una cocha, tal vez en el preciso momento en que llegaba la primavera, que es la estación que a todos nos conmueve, que nos remece todo nuestro ser y que nos convierte en poetas.

Me ayudará el poeta boliviano Oscar Alfaro, quien nos dijo que:

Bajo el charco,
donde le día se ha dormido
hay un barco
sumergido.
Y en la arena
del pequeño litoral
hay también una sirena
de cristal.

Y después de muchas penas
sale flote
con su bote
sobre las aguas serenas,
muy ufana,
la sirena encantadora
que es una rana cantora.

Todavía vive el guapo
capitán de aquel velero
que es un sapo
marinero.

Todavía no sabemos si el capitán de esta historia con su porte marinero conquistó a la sirena, o si la sirena, con sus canciones, lo conquistó a él. Ustedes tienen la palabra.

IV
Continua en edición digital:

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